¡Hey, picantones! ¿Habéis comido alguna vez en un restaurante italiano? Si lo habéis hecho seguramente habréis probado el pan de ajo. Esa masa de pan que es un híbrido entre pizza y una tostá. Se puede presentar de distinta forma: como pizza plana, calzone, bollito, pizzeta, tosta… Cada restaurante tiene su forma particular de hacerlo y cada una tiene su encanto. A mi me gusta especialmente como calzone, forma que también haremos en otro momento. Hoy lo realizaremos en forma de tosta para solucionar unos originales entrantes sencillos y deliciosos o una cena rápida junto con una ensalada. En casa es la tapa estrella de los almuerzos o de los viernes por la noche. 😉
Esto más que una receta es una minireceta porque ¡se hace tan rápido como se come! ¿No me creéis? Bueno, ¡permitid que os lo demuestre!
Ingredientes:
No pongo número de comensales ni de panecillos que salen porque esto depende siempre de los gustos de cada cual y sobre todo, del tamaño del pan utilizado. Para que os orientéis os diré que para un mollete pequeño de pan usé:
- Un mollete pequeño de corteza crujiente y sin mucha miga (del tamaño de la palma de una mano). Por favor, en esta receta es fundamental tener un buen pan. Lo ideal sería hacerlo nosotros mismos, pero para ahorrar bastante tiempo, tendremos que gastar un poquito en elegir un buen pan leyendo los ingredientes de este.
- 2 cucharadas de queso rallado sin lactosa por mitad de mollete. Podéis echarle más, ya que debe de haber una buena capa cubriendo toda su superfice. Yo uso la marca La Flor de Burgos, porque hasta la fecha, es el queso cuya relación calidad/sabor más se ajusta al precio. Si no tenéis intolerancia a la lactosa usad un buen parmesano rallado o si no os gusta que esté tan acentuado el sabor del queso, podeís hacer una mezcla parmesano/mozzarella.
- 1 cucharadita de ajo en polvo por mitad de mollete. Debemos ser generosos con el ajo, de modo que si el mollete es más grande, tendréis que doblar esta cantidad y la del resto de ingredientes.
- Aceite de oliva virgen extra.
- 1 cucharadita de perejil seco.
Tic, tac, tic, tac… ¡A la cocina!
- Precalentamos el horno a 200º, con calor arriba y abajo. Si tenéis hornito pequeño, u horno-microondas, también os sirve, y no tendréis que precalentarlo.
- Abrimos el mollete por la mitad. Si tiene mucha miga, retiramos parte de esta hasta dejar una superficie lisa o levemente hundida.
- Con la ayuda de una aceitera, cubrimos de aceite la superficie del mollete. Tiene que tener bastante aceite, pero tampoco debe estar encharcado. Podéis imaginaros que os váis a hacer un bocadillo de jamón, por ejemplo.
- Esparcimos el ajo por la superficie, de la forma más homogénea que podamos.
- Esparcimos el perejil generosamente por la superficie.
- Cubrimos con queso intentando que no se desparrame por los lados fuera del mollete o ensuciaremos el horno. Presionamos el queso sobre la superficie para que esté compacto y no se caiga de la superficie, puesto que pondremos bastante.
- Si usamos el horno: ponemos sobre la bandeja del horno papel vegetal por si cae un poco de queso y disponemos las mitades sobre esta. Lo metemos en el horno y ponemos la opción granitar. Dejamos gratinar 10-15 minutos hasta que esté dorado el queso.
- Si tenemos un hornito pequeño para pan, ponemos la resistencia de arriba y de abajo y ponemos el temporizador a 6 minutos.
- Si tenemos un horno-microondas, ponemos la opción gratinar y la máxima potencia y dejamos 5 minutos o hasta que esté dorado.
Ya solo nos queda sacarlos del horno, ponerlos sobre una bandeja y dejad que se templen un poco. El queso queda doradito por fuera y el pan muy crujiente pero tierno por dentro. En cada bocado escucharemos un crack y sentiremos una explosión de sabores en la boca. Nuestros invitados creerán que los hemos comprado o que acaban de salir de un italiano. Solo queda servirnos un plato con una buena ensalada y recibir elogios. ¿Qué más se puede pedir? Rápido, sano y sabroso.
¡Qué aproveche!